En el
almanaque de Umbrete siempre hay un día en rojo. O mas bien en celeste. El
miércoles de carretas. El Rocío esta en el alma, pero también en la piel de la
buena gente de Umbrete. Que esas son las cosas de lo arraigado. Que el Rocío
arrastra en Umbrete a hermanos y a no hermanos. Afortunado el pueblo que cuenta
con una corporación de gloria como la Hermandad del Rocío de Umbrete, que vértebra
la fe y el sentimiento con un ímpetu envidiable.
No puedo
olvidar que a escasos metros de aquí, ahí mismo, reposa un auténtico símbolo
para todos los corazones umbreteños. Su Cajón de Madera, tesoro y altar
centenario para un antiguo Simpecado.
A la Virgen
del Rocío, me trajeron por amistad primero y luego por amor, y quiso el destino
que, al lado de unas ruedas pintadas de blanco y celeste, llegara hasta Ella
caminando tras ese Cajón.
Junto al
Simpecado que cobija, he conocido calor y frío, risas y lagrimas, ausencias de
rocieros del cielo, y nuevos romeros que toman aguas en el Quema. Y sobre todo
he conocido una fe inquebrantable, un pueblo que ha grabado a fuego su
rocierismo, su fe antigua, su manera familiar de anudar generaciones en torno a
una devoción que pasa de abuelos a padres, a hijos, a nietos, y hasta donde los
tiempos nos quieran llevar.
Una forma de
vivir la fe, que, a base de recuerdos cuando llega mayo, hace volver a las
sendas a tantos rocieros de Umbrete, que navegan por marismas azules porque los
llamó la Señora, pero que piden permiso para estar un ratito con su Cajón de
Madera cuando sus ruedas notan la caricia de las aguas del Quema. Esos rocieros
de las fotos arrugadas que aparecen por los cajones antiguos de Umbrete vuelven
cada año. Y cada familia le pondrá rostro a quienes se fueron y dejaron la
herencia de una medalla, de una vivencia, de un sentir que no tiene medida de
tanta grandeza.
Y en la otra
cara de la moneda, esos pequeños rocieros que empiezan a caminar enfundados en
unos tacones minúsculos o en unos pequeños botos. Que se duermen en cuanto pasa
La Era, que les faltan ojos en la cara para mirar los bueyes, que sienten el
repeluco del agua que les echan sobre su cabecita en el Quema.
La estampa
de color, de historia, de cada Miércoles de Carretas, es una joya de patrimonio
inmaterial,
Que el
Pastorcito Divino sepa siempre conservarla y hacer crecer esta belleza sin fin,
esta fe honda y pura, este rocierismo de verdad.
Podríamos no
existir,
o tal vez no
conocerte
no haber ido
nunca a verte
o apenas
saber de ti.
Podríamos
residir
en un lugar
diferente,
otro país,
otra gente
otra forma
de vivir.
Pero Dios te
dio esa suerte
de ser parte
de esta tierra
donde el
corazón se aferra
al Simpecado
de Umbrete.
De
franciscanas maneras
ya nos lo
dijo el poeta
Cajón para
su carreta
tan solo con
su madera
no le hizo
falta la plata
para cumplir
su destino
andando por
los caminos
para llegar
a Sus Plantas.
Surcan
veredas y pinos
esos romeros
de siempre
un pueblo
que con su gente
orgulloso es
peregrino.
Y se
siembran los senderos
de nombre
llenos de historia
compás de
tiempo y memoria
a la voz del
carretero.
Y vuelven
los corazones
que se
marcharon un dia
a celestial romería
del Rocío de
sus amores
Cada
año se reescriben
los siglos
que te forjaron,
y para
siempre dejaron
esta esencia
que describe
una visión
tan señera
de tus
tablas de madera
crujiendo en
Villamanrique.
Son dos
siglos de esplendor
de la
hermandad umbreteña
señorío como
enseña,
y siempre
ese resplandor
de la Virgen
como dueña,
de corazones
que sueñan
cada día con
su Cajón
De un
centenar de filiales
Luce la
numero siete,
Rocieros
ejemplares
Rocieros
siempre fieles,
con la
Virgen como enseña…
¡Viva la
Hermandad de Umbrete!