Era miércoles. No uno cualquiera. Miercoles de ultimo dia de camino. Miercoles de Lópaz. De Misa en la Hacienda. De corte de bizcocho.
El sol apretaba. Ya la Misa habia vuelto a repetirse en ese patio fresco de cortijo. Y el Simpecado regresaba a la Pará atravesando la larga explanada de arena. Iba a llegar el momento del corte del bizcocho.
Y no podía recibirse de otro modo. Con cohetes. Y puestos de esta guisa, con pura artesaniá rociera y cohetera. Recogedores a modo de soporte, con arena que haga peso en la base, todo hecho facil para que no falte en el cielo el estruendo de cohetes que anuncian que el Simpecado de Umbrete se acerca.
Imagenes y sonidos que forman parte de la fotografia de la memoria de cada Rocio.
