domingo, 19 de junio de 2011

Gracias infinitas a los rocieros de la Macarena






Cada Rocio, cada Romeria, tiene guardado algún regalo para los rocieros que se acercan de corazón hacia la Señora. Siempre hay una estampa, un recuerdo, una sensación, una vivencia, un momento que se queda en el alma, grabado a fuego, y forma parte de nuestro abanico de sentimientos que llenaran nuestras vidas hasta el final.


Cada uno podra contar el suyo, a cual mas emocionante. 


Yo tambien.


Yo he tenido el mio. Y no se me va a olvidar. No soy muy dado a contar vivencias personales, pero tengo una deuda sentida de gratitud.


Ocurrio el Domingo, tras el Pontifical. Acompañe al Simpecado de Umbrete de vuelta, bajo un intenso calor, hasta la Casa Hermandad. Se rezó la Salve.


Luego, mis pasos me encaminaron, como cada año, a la Plaza de Doñana. Alli tengo mi cita con dos Simpecados que vuelven del Pontifical. Sevilla y Macarena.


Sevilla llega a su casa Hermandad, y el Simpecado recibe al de la Macarena. Rezos y salves unen a dos maravillosos trozos rocieros de la ciudad de Sevilla. 


Tras los vivas, acompaño de vuelta a casa al Simpecado Macareno. Camino tras el, retirado unos pasos, sacando unas fotos, extasiado ante la forma de llevar el retablo majestuoso que es el Simpecado que desde la Macarena viene hasta la Aldea.


Andaba absorto y pendiente de la camara tras la ultima foto cuando alguien, con el cordon macareno al pecho, se dirige a mi: Me señala el Simpecado y me dice "¿Quieres llevarlo?


Tardo unos segundos en contestar. "Claro, ¿quien dice que no?".


Me entregan los correajes con que los hermanos portan el Simpecado. Cuando este se detiene, los hermanos que me preceden me abren paso. Me ceden el sitio. 


No soy capaz de pronunciar ni una palabra cuando entre dos hermanos me colocan el Simpecado sobre el correaje y  me dan las instrucciones. "Tranquilo, deja caer el peso y usa los brazos de punto de apoyo. Todo ira bien".


Pesa, claro que pesa ese maravilloso Simpecado. Pero tanta emoción desborda. Con pasos vacilantes, y entre palabras de cariño de los hermanos que escoltan el Simpecado, avanzo despacio, tragando saliva y sin dar credito. El Simpecado que tantas noches he visto, entre hermanos velandolo, entre idas y venidas a la ermita, en San Gil, en aquel Camino Europeo, en aquellas primeras noches de vuelta, por los años noventa, cuando lo esperaba por Omnium Sanctorum.....iba entre mis manos de vuelta a su casa hermandad en la Avenida de Santollalla. No era un sueño.


Son pocos metros los que se portan, enseguida te releva otro hermano. No se si pude o supe dar las gracias. Pero nunca agradeceré bastante el hermoso gesto. 


Nadie me pregunto si era o no hermano, ni siquiera la hermandad a la que pertenecia el cordon que llevaba al pecho. Tan solo me dijeron si quería llevarlo. Tan sencillo y tan grande. Que regalo. Que emoción mas inolvidable.


Esos gestos demuestran la verdadera hermandad. 


Siempre, y lo he repetido hasta la saciedad, me ha llamado la atencion la cantinela repetitiva de quienes sostienen que el Rocio, como la Semana Santa, como tantas tradiciones de celebracion anual, son "siempre lo mismo".


Hay una estrechez de miras, y de sentimientos, en quienes afirman algo asi. Estos pequeños, pero grandes, detalles, hacen de cada romeria una cita unica y diferente con la fe y la vivencia personal y compartida.


Gracias, hermanos macarenos, por un gesto inolvidable. Mi abrazo rociero, de corazon, para todos. Que Dios os bendiga.


Viva la Virgen del Rocio.


Viva la Hermandad de la Macarena.


Viva Sevilla.


Viva la Madre de Dios.